Kilómetros de playas y abrigos rocosos permiten disfrutar de un lugar aún lejos del turismo
Guachalito, Nuquí. Aquí no solo se puede ‘perseguir ballenas’. Son varios kilómetros de playas larguísimas y anchas, con muy pocos turistas, ideales para descansar en comunión con la naturaleza.
Foto: Juan Uribe / CEET
Por: Viajar
05 de octubre 2020 , 05:30 p. m.
Nuquí, ese paraíso en el Chocó al que llegan cada año las ballenas jorobadas a aparearse y dar a luz a sus ballenatos, es también territorio que combina los sabores de la selva y el mar.
#NoalPuertodeTribugá: el llamado que hacen los ambientalistas
«Habrán
oído de lo difícil y costoso que puede resultar llegar a ese destino, y más
aún, permanecer en él, pero les aseguro, que para los amantes de la naturaleza
y la belleza de lo simple, habrá valido la pena», dijo a EL TIEMPO
Elizabeth Mena, dueña de La Bayka, un pequeño ecohotel con apenas 4
cabañas, rodeada de jardines, selva y por supuesto, frente a la playa.
Mena explica que la mayoría de los alojamientos turísticos se ubican en la zona
sur del golfo de Tribugá, más exactamente en las zonas de playa de Guachalito y
Termales, donde kilómetros de playas de arenas negras y abrigos rocosos
permiten disfrutar de un lugar donde aún el turismo masivo y el acoso de
vendedores está lejos de llegar.
Sobre La Bayka, menciona que el encanto de este espacio pensado para ser
un refugio para el buen vivir, va más allá de sus confortables cabañas con
terraza y una hamaca para desconectarse y disfrutar de un café o un buen libro,
o darse un duchazo a cielo abierto para lidiar con el calor del trópico.
En Nuquí, Chocó, se pueden encontrar varias actividades de interés como: Sendero interpretativo mar y río: observar las mareas altas, bajas, caudales de los ríos y hacer un recorrido a pie o en canoa.
Foto: Guillermo Ossa / EL TIEMPO
«Tampoco
lo es la posibilidad de embarcarse desde la playa para ir a buscar las ballenas
y si está de suerte, verlas junto a los delfines, o partir en una excursión por
la selva para descubrir cascadas y ranas de colores», dice.
«¡La verdadera seducción de este
lugar está en cada bocado! La
Bayka ofrece una experiencia gastronómica que combina la sazón y el
conocimiento culinario ancestral de las cocineras afro, el pescado más fresco
que traen los pescadores artesanales y el toque secreto de las hierbas de zotea
que se cultivan en los jardines», indica.
Allí, Elizabeth, la anfitriona, cultiva y cosecha, durante todo el año, con o
sin turistas, los más exquisitos frutos y plantas para enaltecer los sabores
del pescado. Recorrer la huerta con ella, para aprender de las plantas, es
sumergirse en una mini expedición botánica que guarda los saberes del pueblo
afro para crear los mejores sabores en cada plato.